Hoy las estrellas dibujan el mapa de mi historia.
Mosaico luminoso que cuaja el cielo para hacerlo más oscuro y profundo, más
incógnito.
Hacía muchos años que no veía un cielo así. Quizá el
último lo vimos juntos, te acuerdas, tumbados boca arriba sobre la hierba del
parque del verano, como Tom Sawyer, plenos con el aroma del riego y la grandeza
de su cuerpo celeste que te deja pequeño, pequeño para siempre. Luego tú te
marchaste, quizá hipnotizado por tanta hermosura, persiguiendo la ruta
imposible del prodigio.
Hoy las estrellas me acercan en un bucle a nuestro
tiempo. Latido con latido. Guiño con guiño.
Siempre han estado ahí, mientras yo iba creciendo,
andando este tiempo de milagros, porque todo sucede de un modo milagroso y causal.
Sabes, son los pequeños detalles los que envuelven la vida con su tela de
causalidad.
Ellas, las ignoradas hermanas de la ciudad nocturna nos contemplan desde su distancia hierática y
su hermosura extrema para anunciarnos cuan limitado es nuestro paso. Pacientes
nos esperan desde su frontera de deseo.
Tú sabrás su secreto. Desde el otro lado de la
realidad en donde habitas puede que todo esté más diáfano y puedas comprender,
ver el cuerpo de este engranaje inmenso y saber su propósito. Entender su
flujo, su dimensión, su tiempo, su intención, su capricho insaciable o su
sabiduría.
Mientras tanto yo espero. Miro al cielo y pregunto con
la voz de un latido. Con el tono profundo del más hondo silencio.
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