sábado, 6 de junio de 2009

LOS OJOS DE LA MUERTE

1

los ojos de la muerte son unos ojos blancos
blancos como el misterio de la niebla
extraviados en la nada ausentes
en el pálido jardín que traspasa las sombras
y no nos dicen nada
nada acerca de lo que al fin contemplan
de la luz que intuimos
de la terca esperanza que nos nutre

sí madre
tus ojos tan azules
estallidos en medio de la aurora
se te volvieron blancos
profundos
de una profundidad inagotable
como una pleamar de silencio
quietud insostenible


otearon ese páramo que tanto asusta
con un mirar inverso
transido
buscando a aquellos otros que se vaciaron antes
que un día te atraparon para ser un comienzo
aquellos con los que urdiste nuestro mundo
como dos astros que impactan
y al estallar provocan
una constelación de amaneceres

ojos de luz
ojos para la luz

pero tus ojos se me volvieron blancos
(ahora puedo decirlo
sin que el filo de las palabras
guillotinen la voz)
y su espejo
perdido ya su azogue
se hizo añicos
simples vidrios que no reflejan nada
sólo sombras de lo que fue
que golpean esta hoja letra a letra
como si fueran pasos que vuelven
a recorrer un tiempo que es deseo
que es ahogo
polvo hiriente de granito en mis ojos
que aún retienen tu cuerpo frágil
como un leve tallo a merced de la intemperie
calladamente frágil
remontando el pasillo del silencio

en tus ojos ya estaba el velo de la marcha
pronto el salto
dispuesto ya el andén
y la maleta repleta de pasado

en los míos quedaron los abrazos
firmes ante el dolor

el dolor es la perla que purifica
tú lo sabías
tú cuerpo lo sabía
tu mente lo sabía
como se sabe respirar
como un temblor que anuncia
el otoño a las hojas antes de su caída
como se precipita el fuego
sobre la leña seca en un único cuerpo flameado

2
las nubes del tiempo se amotinan
contra el cristal del coche

el tac-tac de sus varillas
marcan su ritmo descendente e hipnótico
como cuando iba a tu último encuentro

entonces hacía sol pero las nubes
enlutaban mi cielo

la carretera es una arteria humedecida por la ausencia

te busco en cada cruce en cada límite
te busco en mi dolor callado que es aliento
como lo fue el tuyo
acorralado en tus ojos azules de gacela herida
que me veían llegar



ojos ya sin preguntas porque eran respuesta
vidriosamente turbios
descendidos al silo de si mismo
manantial de mi vida

3

el cielo conspiró con tu partida
azul como tus ojos
salpicado del rojo del ocaso
serenamente hundiéndose en una línea incierta
oscura
cárdena
la vida conspiró con tu partida
como tu pulso débil
rompiéndome el reloj
serenamente hundiéndose en las yemas avaras de mis dedos
y tus ojos ya vueltos a la nada
ojos blancos
pañuelos para una despedida que se agita en la mente
que se anuda en mi respiración
que quisiera ser tuya




4

pero cayó la noche
vaharadas de silencio cubrieron el espacio
tú ya eras infinito
sin peso y sin fatiga
como una llama débil que cincela a las sombras
con liviano temblor

yo finito aún
parado en el andén de la deriva
miraba a las estrellas para buscar el rumbo
y les ponía tu nombre
como cuando era niño y buscaba en tu voz
en tu aroma en tu tacto
el límite del mundo
y le ponía tu nombre


5

como dos planetarios
tus ojos eran
la proa a lo desconocido

qué buscan con sus velas hinchadas de vacío
qué costa qué lugar qué compañía
qué nuevo amanecer quizá otearon
al traspasar las veladuras de este tiempo

qué nuevo o viejo mar de las incógnitas
coloreó de nuevo tu mirada
con el azul traslúcido
de tus ojos perdidos

por: Juan Carlos Gómez Rodríguez

miércoles, 3 de junio de 2009

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

para André Cruchaga y Mª Eugenia Caseiro


hasta que el alma aguante
y la voz se coagule
en el sudario frío
de una cuartilla en blanco

sigamos

hasta que la vendimia
del corazón sea agria
y no pueda beberse

hasta que a las luciérnagas
las oculte la noche
y sea el canto del grillo
un arrebato a muerte

mientras la vida quepa
en el sueño de un niño
y el niño se haga hombre
para morirse niño

sigamos

mientras que haya un asombro
que acunar en el pecho
y las estrellas no sean
sino guiños del mundo

hasta que un lloro clave
su aguijón venenoso
y su emoción no altere
la intemperie del tránsito

mientras tu herida sea
manantial de mí sangre
y tu dolor mi lloro
y tu duda mi aliento
y mi miedo reliquia
del miedo de los hombres
y la pasión escriba
ese punto y seguido
que abre paso al amor

sigamos escribiendo

traduciendo a la vida
con palabras sinceras
con palabras exactas
con palabras que cubran
al silencio desnudo



por: Juan Carlos Gómez Rodríguez