miércoles, 7 de diciembre de 2011

Del poemario EL SUEÑO Y LA CANÍCULA

Sabes que hay libertad cuando la pierdes.

Veíamos a los mayores afanados en su ir y venir. Pertenecían a un mundo paralelo hacia el que sin conciencia caminábamos.
Levantando la cabeza cuando pasaban a nuestro lado, con sus trajes grises y sus faldas tubo, encogíamos los hombros y proseguíamos la carrera haciendo resbalar las chapas con pericia. No sabíamos entonces Pancho cuan difícil resulta ser mayor. Acicalarse de dignidad cada mañana. Cubrir el expediente. Recorrer un sinuoso camino de conquista con renuncias. Porque un día no es un día solamente. Es un obstáculo menos. Una misión espléndida. Una meta como esa que surge al final de la curva de tiza.
Yo ahora lo sé, pues tengo el traje gris y ando la calle, nuestra calle, con pasos apretados, la cabeza inclinada hacia el cansancio, los asuntos llenándome la boca y la cartera, grave el semblante y hosca la mirada. Porque la vida Pancho tiene sus servidumbres, su grano de pimienta y de mostaza, sus pellizcos de azúcar y sal, y su angostura.
En la vida hay un pódium rodeado de lágrimas de tantos generosos elegidos.
Con franqueza te digo amigo Pancho que la noche te llega en descubierto.
Sabes que hay libertad cuando la pierdes. Compramos libertad cada mañana.
Pagamos libertad con libertad.
Chapa por chapa

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