martes, 20 de marzo de 2012

FRAGMENTO DEL RELATO


NOCHE FRÍA DE LLUVIA EN EL TEJADO


La trompeta de Miles Davis  entonaba la noche con sinuosa lentitud. Como un reptil entre la hierba seca, Yesterdays subía con el humo del habano por el pequeño cuarto de la rue Gabrielle.
 Sentado en la vieja butaca de cuadros escoceses, Raúl Cortes, “el Zambo”, como  llamaban a ese mulato de piernas torcidas y cabeza rapada sus colegas, calentaba al compás de la música el brazo del sillón. Tenía los ojos cerrados para volar hacía la Habana Vieja mientras saboreaba un vaso de ron tostado.

 La música  era un salvoconducto ante la soledad en aquella ciudad de Europa en la que el frío enmarcaba los cristales y la gente caminaba veloz, casi sin pestañear. Según él, enigmáticamente, como muertos en vida.
Había llegado a Paris detrás de una mujer. La típica aventura tropical que  con el tiempo le fue abriendo un hueco en el corazón que ya no lograría llenar.
Al principio Danielle, con sus lacios cabellos rubios, y sus pequeños pechos firmes, solo fue una conquista. Un fresco aroma entre la densa atmósfera del Café Wifredo Lam.
El la hizo reír aquella tarde y ella no se quiso marchar de entre sus brazos.
Fueron quince días que pasaron como pasa la brisa entre el crespón en flor del flamboyán. Ella juró volver con los labios pegados a su cuello. Él  la quiso esperar con su foto guardada en la  cartera.

 Volaron unos meses y Danielle volvió a Cuba a renovar su amor de la calle Empedrado. Raúl tuvo el coraje de marcharse tras ella a una cuidad soñada, fetiche del amor y de la libertad. París les recibió con las manos gris hielo del invierno, y el aire a quemarropa en los pulmones, y supo separarles.  Pero aún así y con eso,  Raúl Cortes , “el Zambo”  fue construyendo una Playa del Este  en  un pequeño templo , en un garito de la rue Augustins, donde tocaba  el saxo con  gente de free jazz.
De pronto estaba frío y el corazón se le araño con la añoranza. Dio un trago largo al ron y con la lluvia, se trasportó a su mundo en un turbio viaje. Sentía en su conciencia el peso de las trampas, los rotos que te dejan las viejas despedidas, las cartas nunca escritas, el suave aletear de las palmeras…

 Pensó: Maldita música, mientras se acurrucaba en el suave sofá como un hombre perdido. Esta canción la tengo que borrar, dijo entre dientes. Será mejor que deje de joder en el tejado.

Le dio luego al botón, y comenzó a moverse otra vez el reptil con sus lentos compases. 



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