El verbo era jugar
jugar la vida
como juegan los niños sin miedo a la derrota
desde el primer dolor que te inflingió la luz
al último suspiro que se escape del pecho
abrazando sus días sus horas sus segundos
como la hiedra abraza
el tronco centenario de los robles erguidos
como se filtra el sol por las grietas angostas
regalándole luz a la penumbra adversa
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