Y en las manos vacías
no unas gotas de fina lluvia
blanca
no un caudal de agua
acumulada
ni el leve gotear del hilo
que resbala por la hoja
ni el tamiz del rocío ni la
onda
de un golpe en el sereno espejo
de la luna
ni el furioso bramar del
oleaje
contra el fondo del cielo
sí densas y compactas
soledades
en las manos vacías
la niebla deposita la
nostalgia de los días de sol
y vivifica un tacto en la
memoria
palpando tercamente una piel
ida
una piel con calor olor
ternura
quizá ya endurecida por los
años
y ahora rescatada
en el pulso de un corazón
turbado
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