Las palabras desmontan sendas desconocidas
caen a las manos como racimos madurados al sol
y al igual que los labios de mi amada cuando me buscan
no tienen prisa en extasiarme
sólo atienden a un pulso desdoblado
en emoción y pensamiento
saben que sólo soy yo aquel que las suscribe
el poeta es un hombre cortejado por la niebla
de una imagen evanescente
que trasmuta en verdad una mentira
que hace emerger lucidez de la inconsciencia
o que una entelequia se trueque en realidad
saben que no soy yo aquel que las designa
no puedo ser
son ellas sus autoras
al describir pequeños movimientos circulares de carbón
sobre sábanas núbiles
urdiendo el divertido juego
de atrapar aquello que se escapa con la sintaxis
cortejando al raciocinio con un baile atávico
o un aquelarre desmesurado
con un conjuro que es aullido
en el reflejo
con que la luna araña a la soledad
yo sólo soy
el ojo por donde entra una ilusión
la mano por donde escapa la cordura
el divino haragán literario que se cree magnífico
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