lunes, 19 de enero de 2009

CARTA A HUIDOBRO

Sobre lechos dulzones de palabras
los ocres se suspenden
las hiedras amarillas se complacen
en la tapia del tiempo
las fotos siempre sepia
el fardo es la nostalgia
perder es un regusto al acabar el siglo

pero tú nos dijiste los verdaderos poemas son incendios
y con ellos
mostraste el requiebro del sol
la hipnótica obsesión por la palabra
palabra redentora
palabra siempre nueva
que nos muestra sus alas en delirio

y abrimos otra vez las ventanas al futuro
descubriendo
la concha en que esperamos
hallar la perla negra

pero ¿qué encontraremos?

fuiste Altazor y navegaste
sobre el viento del genio
gobernando
tu caída esplendorosa hacia una tierra virgen
y así tomar posesión de su promesa

tierra de sueño y quimera
de irrealidad de creación de juego

y yo ¿qué podré ser?
¿cómo alzaré mi vuelo sobre una tierra nueva?
¿ qué nombre tendrá mi rostro hambriento?

alzaré mi voz sabiendo
que la voz verdadera no cesa ya que nace
para abrir las compuertas que nos cierran
las voces huecas
retóricas
prometedoras de asépticos paraísos
impolutos
lúdicos

oigo tu voz cargada de mañanas mientras estoy alerta
oigo tu sueño bracear mares nocturnos
hacia donde la luz comienza a herir la noche
oigo nacer tu árbol cerca de mi terraza
mientras comprendo que ayer lo vi morir en una carretera
o en unos ojos tristes que pedían socorro
antes de sucumbir entre el agua y el barro
mientras todos pasamos
mientras todos vivimos nuestras vidas pequeñas
tal vez vuelto a clavar o hundido en una puerca
trinchera cavada por el odio
y quisiera decirte hoy que en esas muertes
no hallé nada romántico
nada ejemplar

nada

aquel idealismo a muerto sus árboles han muerto la libertad

posiblemente ha muerto
ese dulzor caliente murió como un eclipse
sobre su tumba se alza
el manantial glorioso de la ley del mercado
las causas son de azúcar diluida
en la leche que vierte en nuestras bocas
el pecho inagotable de los números ciegos
y vamos caminando con la mañana a cuestas
como legión de grises labriegos de la historia

y ¿ qué me queda a mí pobre burgués
justificado en la felicidad
en el sudor del patrimonio en la esperanza
de la jubilación sin sobresaltos y sin cáncer?

la revolución ya no es colectiva no salva
ahora es personal discreta mínima
hoy Altazor está viejo y cansado y su paracaídas
le ha servido de traje a los pájaros negros
tú lo viste vibrante
pudiste oír como crecía su árbol con olas en las ramas
y alas en sus raíces
mas hoy ese árbol está cargado de fatiga
y sus ramas descubren el fruto del injusto
y sus raíces tienen la sed de los olivos

empieza un siglo al fin
se vuelcan nuestros ojos hacia un ayer más puro
mientras sólo esperamos esa luz que no llega
nuestro tiempo
se mantiene embrujado
con una promoción que nos vende alegría
que nos guiña ilusoria sus certeros mensajes

y ¿ qué nos cuesta?
¿ qué nos cuesta toda la sed y todo el hambre?
¿ qué nos cuesta nuestra pequeña porción de felicidad?

la felicidad es esa hermana pequeña que nos saca
con sus chistes ingenuos la sonrisa

hoy la felicidad es ver llover detrás de los cristales
seco y caliente y beberse
las lágrimas con hielo y unas gotas de alcohol siempre a tu gusto
y unos muebles flamantes
de una casa brillante
y una cuenta en el banco donde no anida el déficit
y sentirse seguro con trajes de diseño
y diseñar tu vida en paz y después gloria

la felicidad ha de ser previsible prefijada impoluta
perfectamente dueña de un flamante
billete de ida y vuelta en clase preferente
y soy feliz
y no me importa si dios o la utopía ya no existen
si es que no lo anuncian en un telediario

sólo espero mis fines de semana sólo quiero
vivir alguna historia que transgreda lo justo
para calmar la sed salvaje y libertaria
que brota imprevisible en la conciencia

sólo importa
que ponen en el plus esta noche sin luna
en que me he de quedar soñando una quimera
sentado al otro lado
de las treinta pulgadas

por: Juan Carlos Gómez Rodríguez

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