En memoria de José Hierro
Ay! don José
viejos tigres trepaban por su pecho
fermentando la voz en la garganta
para llevarla al límite
donde el agua se une en salto vivo
con la roca y se convierte en iris
en un viaje salvaje al corazón
los sueños se confunden con la vida
todo el temple del hierro se modula
al fuego de la fragua don José
y con un quiebro
profundo de su voz
hace volar por siempre a la poesía
pájaro libre
en la atmósfera azul de la memoria
las cadenas se rompen a golpe de cadencia y de palabra
música caprichosa que baila con el humo del cigarro
creciendo
para después ser golpe que defiende
la dignidad del hombre
que rompe sus cadenas a golpe de palabra
recia en su esencia
honda y fiel su palabra
En memoria de Oliverio Girondo
El aire de un poema se encierra en la O
oxígeno para los transeúntes
hemoglobina para los que se sientan
en un banco del parque a esperar su desahucio
los gorriones advierten a distancia
la americana del poeta repleta de papeles
notas poemas claves lúcidas
para descubrir la cicatriz de la sintaxis
la osamenta porosa del instinto
el derramado zumo cotidiano
la magnitud del no que se noa a sí mismo
la hilaridad
en mangas de camisa
con el fondo abisal se una saeta
y cantan
su canto gorrihondo y rionero
En memoria de Octavio Paz
Aquí desde el principio y con mayúsculas
como un redoble de tambor que enciende
como un puño de ágata
que con pasión golpea los cimientos
como espiral o brote o torbellino
que desciende o brota o gira
como golpe de viento que descubre
un rito de color en la cometa
como una fruta joven del ubérrimo
frutal del paraíso carnal de la inocencia
aquí aquí muy dentro
desde la frente
donde la lontananza se funde con el mar en canto único
aquí donde se busca y se persigue
la grama y su oropéndola
donde la bisectriz de la pasión siega
con un tajo de luz nuestro silencio
aquí
como humo de incienso penetrante
hondonal de reciedumbre
cauce
que sigue y persigue
la fecundidad de los misterios
la resurrección de la memoria
la desvastada insignia de uno mismo
donde arden verdes las estrellas
donde se desvanecen las certezas
en la alcubilla de la madrugada
rastreando un danzar de gavilanes
aquí
en el zaguán donde su piel morena
se perfuma de salvia y de durazno
en la alacena de su palabra ácima
y el alminar de su fuerte llamada
en la cereal almajara de su canto
y en el manto sedoso de sus cicatrices
desde el principio aquí
desde el principio PAZ
desde el principio
por: Juan Carlos Gómez Rodríguez
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