Es conocido que el haiku es un poema clásico japonés de tres versos de 5/7/5 sílabas, y que en él se condensa el sentimiento de una mirada. Pero en realidad eso es sólo un aspecto. Para mí, el haiku existe antes de que el poeta lo escriba, ya que es un instante cotidiano que está presente para el que lo quiere ver, o que está sensiblemente preparado para verlo. Así pues encerrar en tres versos de 5-7-5 sílabas la impronta de un instante es la tarea que se propone un HAIJIN .
El haiku muestra, y al hacerlo no pretende crear belleza, ya que la belleza está en lo que inspira el instante que le ha dado pie. Así pues el haiku no da concesiones a la retórica, y emplea las palabras justas sin metáforas ni imágenes que distorsionen la magia de dicho momento.
Así como el ojo avezado del fotógrafo sabe encontrar la trascendencia de aquello que fotografía, y trasmitirla, el poeta de haiku sabe encontrar con la palabra el punto que resalta ese instante vivido. Dice Vicente Haya en su traducción de los haiku de Santôka que el poeta del haiku no es un fabricante de belleza, sino un cronista de asombros. El haiku es un dardo de belleza que acierta en el centro de la diana de nuestra conciencia con sutileza.
Para mí hay dos tipos de haiku : uno es el que simplemente descubre al lector la sensación que en ese momento concreto sintió el poeta, y otro es el que es capaz de mostrarnos una forma de concebir la existencia a través del instante. O sea el instante como pretexto, o como muestra.
El haiku muestra el objeto y también su sombra dejándose llevar por la intuición. Capta con su simplicidad un momento cotidiano pero al fin mágico entre la naturaleza y el sujeto que contempla. Es una escusa para asomarnos a las pequeñas maravillas que nos ofrece cuanto nos rodea, como el modo que tiene un bebe de descubrir con sus deditos los pétalos de una flor , por ejemplo.
A veces me pregunto si es el instante el que se proyecta en el alma del poeta o si es esta la que se proyecta en el instante.
En cualquier caso al final constituye una manera de interpretar lo que es nuestro pasar por la vida. Nuestra forma de entenderla más allá de la mística.
Yo como observador que soy una sucesión de instantes: yo que mira el concepto mundo, yo que huele una flor, yo que sacia el hambre y la sed, que teme la idea de la vejez, la enfermedad y la muerte, que ama la vida. Ser humano que está en estado de igualdad con todo lo que vive.
Por tanto el haiku es como una piedra lanzada en mitad del estanque del espíritu del que escucha. Su palabra poética tiene la facultad de sugerir. Es semejante a las ondas que produce la piedra al chocar con el agua estancada, su resonancia alcanza el corazón del oyente, provocando ciertos sentimientos que modifican su ánimo. Esa resonancia es una inducción, si el oyente está dispuesto, ha hacer flotar imágenes desde la memoria, operándose así una corriente de corazón a corazón, de boca a oído.
Es sabida la definición de haiku del gran maestro Basho: haiku es lo que está sucediendo en este momento, en este lugar. Por eso el motivo del Haiku no es la belleza. Sino la trasmisión del espíritu del instante. La trasmisión de la magia que ha unido al poeta con el instante. Pero para ello es fundamental que el poeta no se deje llevar por la exaltación, y sea desde la serena mirada que se de la creación, ya que desde la exaltación se produciría la distorsión de dicha imagen, introduciendo una comprensión intelectual y no una comunicación intuitiva.
Sólo una mirada inocente es capaz de admirar las cosas cotidianas como si las viera por primera vez. La conciencia de ese instante es lo que quiere proyectar en el poema el que escribe haiku( haijin) haciéndolo con palabras sencillas que proyecten en el oyente dicha conciencia.
En el haiku es tan importante lo que se dice como lo que no se dice.
A través de la simplicidad y contundencia de su imagen. A través de la resonancia de la palabra correcta, y a través de las pausas, el haiku sugiere en el que está dispuesto a recibirlo un sentimiento más profundo. Por ello el pequeño poema es un vehículo que funciona despertando la emotividad. Iluminando la mente. Enseñando que en lo más pequeño está lo más grande. Que en lo más sencillo está lo más complicado.
Ya he comparado el haiku con la fotografía. Para mí tienen muchos puntos en común. Yo soy mal fotógrafo, y si un verdadero fotógrafo y yo sacamos simultáneamente la misma foto seguro que la mía será plana y la del artista fotógrafo tendrá la fuerza necesaria para mostrarme un paisaje diferente en esencia de aquel que yo hice. Me sugerirá matices que la mía no trasmite ya que habrá sabido atrapar la luz en su objetivo. Esa luz que me mostrará una realidad distinta de la mía. Miraré su foto y podré introducirme en ella. Encontrar algo de mí en ella. Descubriré emociones que quizá movilicen la memoria y agudicen mi conciencia.
El haiku funciona de la misma forma pero no solamente con sonidos, con palabras. De hecho los haijin se apoyan en un pequeño dibujo que acompaña al haiku para introducirte más en su atmósfera.
En la tradición japonesa, en el haiku tiene mucho valor la caligrafía y el dibujo. Al conjunto se le llama Haikay, y esa unión constituye una verdadera obra de arte.
por: Juan Carlos Gómez Rodríguez
El haiku muestra, y al hacerlo no pretende crear belleza, ya que la belleza está en lo que inspira el instante que le ha dado pie. Así pues el haiku no da concesiones a la retórica, y emplea las palabras justas sin metáforas ni imágenes que distorsionen la magia de dicho momento.
Así como el ojo avezado del fotógrafo sabe encontrar la trascendencia de aquello que fotografía, y trasmitirla, el poeta de haiku sabe encontrar con la palabra el punto que resalta ese instante vivido. Dice Vicente Haya en su traducción de los haiku de Santôka que el poeta del haiku no es un fabricante de belleza, sino un cronista de asombros. El haiku es un dardo de belleza que acierta en el centro de la diana de nuestra conciencia con sutileza.
Para mí hay dos tipos de haiku : uno es el que simplemente descubre al lector la sensación que en ese momento concreto sintió el poeta, y otro es el que es capaz de mostrarnos una forma de concebir la existencia a través del instante. O sea el instante como pretexto, o como muestra.
El haiku muestra el objeto y también su sombra dejándose llevar por la intuición. Capta con su simplicidad un momento cotidiano pero al fin mágico entre la naturaleza y el sujeto que contempla. Es una escusa para asomarnos a las pequeñas maravillas que nos ofrece cuanto nos rodea, como el modo que tiene un bebe de descubrir con sus deditos los pétalos de una flor , por ejemplo.
A veces me pregunto si es el instante el que se proyecta en el alma del poeta o si es esta la que se proyecta en el instante.
En cualquier caso al final constituye una manera de interpretar lo que es nuestro pasar por la vida. Nuestra forma de entenderla más allá de la mística.
Yo como observador que soy una sucesión de instantes: yo que mira el concepto mundo, yo que huele una flor, yo que sacia el hambre y la sed, que teme la idea de la vejez, la enfermedad y la muerte, que ama la vida. Ser humano que está en estado de igualdad con todo lo que vive.
Por tanto el haiku es como una piedra lanzada en mitad del estanque del espíritu del que escucha. Su palabra poética tiene la facultad de sugerir. Es semejante a las ondas que produce la piedra al chocar con el agua estancada, su resonancia alcanza el corazón del oyente, provocando ciertos sentimientos que modifican su ánimo. Esa resonancia es una inducción, si el oyente está dispuesto, ha hacer flotar imágenes desde la memoria, operándose así una corriente de corazón a corazón, de boca a oído.
Es sabida la definición de haiku del gran maestro Basho: haiku es lo que está sucediendo en este momento, en este lugar. Por eso el motivo del Haiku no es la belleza. Sino la trasmisión del espíritu del instante. La trasmisión de la magia que ha unido al poeta con el instante. Pero para ello es fundamental que el poeta no se deje llevar por la exaltación, y sea desde la serena mirada que se de la creación, ya que desde la exaltación se produciría la distorsión de dicha imagen, introduciendo una comprensión intelectual y no una comunicación intuitiva.
Sólo una mirada inocente es capaz de admirar las cosas cotidianas como si las viera por primera vez. La conciencia de ese instante es lo que quiere proyectar en el poema el que escribe haiku( haijin) haciéndolo con palabras sencillas que proyecten en el oyente dicha conciencia.
En el haiku es tan importante lo que se dice como lo que no se dice.
A través de la simplicidad y contundencia de su imagen. A través de la resonancia de la palabra correcta, y a través de las pausas, el haiku sugiere en el que está dispuesto a recibirlo un sentimiento más profundo. Por ello el pequeño poema es un vehículo que funciona despertando la emotividad. Iluminando la mente. Enseñando que en lo más pequeño está lo más grande. Que en lo más sencillo está lo más complicado.
Ya he comparado el haiku con la fotografía. Para mí tienen muchos puntos en común. Yo soy mal fotógrafo, y si un verdadero fotógrafo y yo sacamos simultáneamente la misma foto seguro que la mía será plana y la del artista fotógrafo tendrá la fuerza necesaria para mostrarme un paisaje diferente en esencia de aquel que yo hice. Me sugerirá matices que la mía no trasmite ya que habrá sabido atrapar la luz en su objetivo. Esa luz que me mostrará una realidad distinta de la mía. Miraré su foto y podré introducirme en ella. Encontrar algo de mí en ella. Descubriré emociones que quizá movilicen la memoria y agudicen mi conciencia.
El haiku funciona de la misma forma pero no solamente con sonidos, con palabras. De hecho los haijin se apoyan en un pequeño dibujo que acompaña al haiku para introducirte más en su atmósfera.
En la tradición japonesa, en el haiku tiene mucho valor la caligrafía y el dibujo. Al conjunto se le llama Haikay, y esa unión constituye una verdadera obra de arte.
por: Juan Carlos Gómez Rodríguez
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